justicia

Que en este mundo la justicia está distorcionada, ya lo sabemos. Esto viene a colación de mi querido vecino alias “el baterista”, con el cual, después de 5 denuncias policiales y otras tantas en la repartición municipal de ruidos molestos, no pasó absolutamente nada. Este infradotado sigue ensayando en los horarios más inverosímiles e inadecuados para mi descanso, por supuesto. El nudo gordiano de este post lo da el hecho de que ayer a la mañana salgo a comprar las palmeritas para aliviar el mate mañanero, y me encuentro con un Sr. Gordo, golpeando el portón del galpón. Dicho señor me para y se produce el siguiente dialogo:
Sr. Gordo: Che, ¿no sabés a que hora abren estos del galpón?
Yo: No, no tengo idea. ¿Ud. quiere comprar carne?
Sr. Gordo: No, yo soy el inspector municipal de bromatología que vengo a hacer la inspección para darle la habilitación.
Yo: Mi estimado Sr. (cambiando a un tono totalmente amable), esta gente está mal, tiene el galpón hecho una mugre, además yo les hice un montón de denuncias por ruidos molestos porque el imbecil del hijo del dueño se cree que toca la batería en el grupo “cumbia bizarra”, así que si está dentro de sus habilidades, por favor, no les de la habilitación así se tienen que ir.
Sr. Gordo: (con cara de: “Gracias por la noticia”), quedate tranquilo, les voy a pedir un montón de plata para darles la habilitación (no entendí muy bien esta parte, pero me sonó a “mi amigo se llama billetín”), ya me voy a buscar el código para ver todo lo que les puedo sacar. Se van a tener que ir.
¿Si esto no se parece a la justicia poética?, La justicia poética... ¿donde está?.-

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